«La espiritualidad en la acción social es mística, consiste en una invitación a ver y oír la vida de Dios en los desplazados». Álvaro Anoz, franciscano.

En el marco de la campaña institucional «Tu compromiso mejora el mundo», el pasado 29 de mayo, Cáritas zona Centro organizó la charla «La espiritualidad en la acción social»

A pesar de la tormenta que cayó media hora antes del inicio de la charla, hubo una alta participación de las personas voluntarias de Cáritas en la zona centro. El Centro de Mayores de San Pedro recibió la visita del franciscano Álvaro Anoz , responsable de Animación Bíblica de la Pastoral, que tuvo lugar en el centro de Mayores de la Parroquia de San Pedro.

De su exposición, rescatamos aquí algunas ideas:

La espiritualidad, cualquier espiritualidad cristiana, no es mirar a las nubes, sino un modo de dar forma al modo en que cada discípulo de Jesús tiene de encarnarse en la realidad. La acción social también tiene su posible espiritualidad, un modo de seguir a Jesús, en el trabajo por los más desfavorecidos.

El núcleo de esta espiritualidad es el seguimiento de Jesús que, para Marcos, es el Cristo y el Hijo de Dios. Ahora bien, esto no son títulos piadosos, sino el mismo ser de Jesús: reconocerlo como Cristo implica optar por hacer experimentar el Reino a los tirados en las cunetas de la historia, aunque eso suponga que, como a Él, nos quieran quitar de en medio; reconocerlo como Hijo de Dios supone hacerlo en la máxima debilidad de su muerte en la cruz y en su silencio y, por tanto, el reto de reconocerlo en lo más débil y en los más débiles. De ahí nace esa espiritualidad de la acción social.

Una espiritualidad que es mística, que consiste en reconocer que todo ser humano, en especial los más débiles son misterio, una invitación a ver y oír la vida de Dios en los desplazados, atendiendo a los detalles, porque en ellos se manifiesta el amor, una invitación a poner en el centro a los crucificados, una invitación a no quedarnos en el sentimiento de compasión, sino a salir de nuestro ámbito protector, a acercarnos al que sufre, decirle una palabra de aliento (“no llores”) y tocar su problema para dar vida, siguiendo el ejemplo de Jesús mismo (Lc 7,11-17). Supone ir contracorriente, tomar la cruz, negarse a sí mismo y seguirle, confiando en que ése es el camino de la vida plena que nos ofrece Jesús.

Eso sí, siempre será necesario en esta espiritualidad, trabajar la creatividad, encontrar nuevos caminos que posibiliten la vida de los más pobres una y otra vez, buscar soluciones, alternativas, modos nuevos de hacer las cosas, una especie de I+D de la acción social. En ese esfuerzo, seamos o no conscientes, está Dios mismo. No es fácil, requiere paciencia y a menudo tenacidad en medio del no ver y, sobre todo, esperanza en que la vida de Dios, de un modo u otro, se desplegará, a pesar de nuestros fallos y pobrezas. Su Amor siempre se abre paso.

Con esta fuerza y anhelo profundo se refuerza nuestro compromiso desde la caridad.


Charla: "La espiritualidad en la acción social"
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