Vivimos una creciente inestabilidad global que, de una manera u otra, nos está afectando a todas las personas y nos recuerda, con insistencia, un presente del que no podemos escapar: somos frágiles y vulnerables, no podemos afrontar en soledad ni de forma unilateral ni las crisis ni los desastres.
Pero también somos capaces de una solidaridad y una generosidad que brota de nuestras entrañas al conmoverse con el dolor y el sufrimiento de los demás, que da un vuelco a nuestra compasión dormida y la convierte en gestos sencillos y concretos, en vida para otros.
Es imprescindible que hagamos del amor un faro que se convierta en referente para alumbrar la vida de muchas personas que a nuestro alrededor viven derrotadas, tristes y sin esperanza.
Solo tienes que dejar que la compasión que vive en ti se convierta en gestos sencillos que den vida a otras personas.