Encuentro de inicio de curso

«Sentirse enviado hace que la carga no pese, porque nos ilumina la luz de la esperanza». D. Juan Carlos Elizalde, obispo de Vitoria.

La parroquia de San José Obrero de Abetxuko recibió ayer por tandas a las personas que íbamos a celebrar el inicio de curso de Cáritas. Habíamos fletado varios tranvías, por lo que se ve, porque en cada parada, se activaba la fiesta del reencuentro: «¡Hola! A la misa también, ¿no?». Según iban llegando los trenes urbanos a la Plaza Uno de Mayo, la iglesia daba la bienvenida al voluntariado, personas trabajadoras, sacerdotes y al Sr. Obispo. Íbamos todos a la misa, claro.

Porque es nuestra costumbre hacerlo así. Reunirnos en una eucaristía, escuchar la palabra de Dios y lo que nuestro presidente, Don Juan Carlos Elizalde, ha preparado para animarnos a seguir un año más con el compromiso de ofrecer acogida, amor y oportunidades a las personas que peor lo pasan sin que decaigan la ilusión ni el compromiso.

A ti, ¿qué? Tú sígueme.

Con estas palabras, inspiradas en la lectura del evangelio (Lc 10, 38-42) y el relato de la visita de Jesús a la casa de las hermanas Marta y María, el obispo D. Juan Carlos se dirigía a las personas asistentes en un momento de la homilía:

«No caigamos en las comparaciones entre lo que hacemos cada uno y lo que hacen o no hacen los demás. Porque eso nos envenena.  A ti, ¿qué? Tú sígueme. Un colaborador del Señor nunca se quema. Sentirse enviado hace que la carga no pese, porque nos ilumina la luz de la esperanza. Aprendemos a reconocer la esperanza en los pobres y nos dejamos evangelizar por ellos, que nos muestran el camino».

En el Día de San Francisco de Asís, nuestro obispo nos anunciaba que «nos espera un curso fascinante. Lleno de encuentros con personas, animados a hacernos prójimo desde la consagración y desde la misión, a dar respuestas y a estar a la altura de las necesidades».

Tras una eucaristía entrañable y participada, el pórtico de la parroquia de Abetxuko nos esperaba con el piscolabis que un equipo de voluntarias había preparado con mimo, recuperando así las costumbres prepandémicas de encontrarnos y charlar con ese pinchito de tortilla en la mano, que tanto hemos echado de menos.

Para terminar este relato, una frase que nos viene que ni pintada para poner el broche a nuestro día de celebración de ayer:

«Comienza por hacer lo que es necesario; después lo que es posible, y de repente, estarás haciendo lo imposible». San Francisco de Asís.

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