
7 de Julio de 2008
Sanar al sanador, uno de los objetivos de la XVI Escuela de Formación de Cáritas.
“En la medida en que tengamos nuestro mundo emocional estable y bien trabajado podremos ayudar a los demás”, repite con convicción Cristina Muñoz ante sus 22 alumnos, todos ellos trabajadores sociales de Cáritas.
Cristina Muñoz es especialista en “counselling” e imparte un curso de Inteligencia Emocional, uno de los siete entre los que los asistentes a la XVI Escuela de Formación Social, que tiene lugar la casa de espiritualidad San José en El Escorial, pudieron elegir la semana pasada.
Al hilo de sus explicaciones sobre cómo escuchar y ayudar a personas que acuden a un centro de acogida con problemas muy serios, surge un vivo debate. Una de las participantes, con muchos años de trabajo en el mundo de la marginación, pone sobre la mesa el dilema de cómo actuar cuando la persona que se debate en un mar de dudas te pregunta a bocajarro: “Y tú en mi lugar ¿qué harías?”
“¡Como se te ocurra caer en esa trampa la has liado!”, responde Cristina sin dudarlo.
Ponerse en el lugar de la persona que sufre a causa de un problema es un acto de valentía, insiste esta especialista en humanización de la salud, “pero también necesitamos la habilidad de hacerla ver que desde su carga emocional no puede ver con claridad”. Cómo ayudarla para que se traslade a otra perspectiva más serena requiere mucha paciencia y equilibrio.
Rubén Requena es uno de los participantes. Este responsable del programa de empleo de Cáritas en Elche, lo sabe por propia experiencia. Hasta hace poco atendía sobre todo a inmigrantes que buscaban trabajo, pero la crisis que ha golpeado al sector del calzado durante los últimos años ha hecho que cada vez acudan más españoles mayores de 45 años que se han quedado en la calle. “Intentamos que se formen en otros sectores laborales distintos”, explica Rubén.
Ayudar a personas frustradas que viven al borde de la precariedad económica no es tarea fácil. Esta es la razón por la que lleva ya seis años acudiendo a estos cursos, aunque el de este año tiene un objetivo distinto: “Antes elegía contenidos formativos que tuvieran que ver con mi tarea profesional, pero ahora busco algo más personal, que me ayude más a controlar mis propias emociones”, concluye.
Loli Sabin, religiosa de la Doctrina Cristiana, es otra de las más de 400 personas que, repartidas en tres módulos, ha acudido a esta escuela de verano de Cáritas para “cargar las pilas”. Después de varios años de trabajo en Huelva con niños víctimas de malos tratos, el año pasado empezó a prestar sus servicios como voluntaria en un taller de inserción laboral para mujeres en situación vulnerable gestionado por Cáritas Teruel.
Durante cuatro días a la semana, la hermana Loli escucha, orienta y sonríe a mujeres de procedencia de lo más variopinto: Cuba, Pakistán, Rumanía, República Dominicana y España.
En El Escorial participa en un curso sobre Espiritualidad de la Ternura. “Lo he elegido para aprender a escuchar mejor, a tener paz y a expresar sentimientos de acogida”.
Como Rubén Requena y Loli Sabin, alrededor de 60.000 personas –en su mayor parte voluntarios- trabajan con Cáritas en 68 diócesis españolas. En su tarea diaria de acoger a personas sin techo, en paro o con muchos otros problemas sociales, a menudo tienen que enfrentarse a una gran tensión emocional que requiere no sólo saber ayudar de forma efectiva sino también mantener el equilibrio y evitar el desgaste.
Por eso, como explica el director de la escuela Juan Antonio García Almonacid, “todos necesitamos salir un poco de la dura mecánica cotidiana y refrescarnos con momentos de reflexión, descanso, intercambio de experiencias y momentos lúdicos”.
Por eso, cuidar al cuidador es uno de los objetivos de esta Escuela de Acción Social, que con una experiencia acumulada de 16 años, ofrece no sólo cursos de contenido técnico sino también de autoayuda. Los encuentros de oración son una parte destacada de cada día, así como los momentos informales que ayudan a cientos de personas que proceden de toda España a profundizar en conocimiento mutuo y amistad, tan necesarias para hacer bien un trabajo que puede poner a prueba las emociones del mejor preparado.
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